lunes, 27 de mayo de 2013

Las cinco etapas del duelo Freelance



La crisis del trabajo por cuenta ajena ha provocado el auge del movimiento freelancer, al que a partir de ahora llamaremos “Movimiento BLH™ (Buscarse Las Habichuelas)”. Todo tienen sus ventajas, claro. Estarán más que acostumbrados a escucharlas pero, amigos, no es oro todo lo que reluce. Ser un ermitaño laboral tiene su aquel, sobre todo cuando la calle es un incómodo trámite al frío y la lluvia. Sin embargo, a poco que asoma el sol, uno echa de menos hasta al capullo de la oficina que te resume el programa de José Mota de la noche anterior.
Ya lo explicaba el Doctor PluffHaggel en su Tratado acerca de las 5 etapas del duelo freelancer (Ed. Bollito de Mantequilla, 2001). Al igual que el duelo, la soledad laboral puede segmentarse con el objetivo de conseguir superar el mal rato. Ciñéndonos a un análisis canónico de la situación, podríamos llegar a establecer cinco etapas claras y diferenciadas.


1.- Fase de Negación Freelancer



Es evidente que lo primero que uno hace cuando se establece en soledad es renegar del ambiente que había en su anterior puesto de trabajo. Que si no se está en ningún sitio mejor que en casa, que si trabajar en chándal de tactel es un lujo, que si yo me pongo mis horarios… La realidad es que, al final de todo, uno termina trabajando 14 horas diarias y hablando con su sombra. “No estoy peor que antes. No estoy peor que antes. Redrum. Redrum. Redrum”.

                        

2.- Fase de Ira Freelancer 


Es el siguiente paso. Te das cuenta de la nueva realidad y lo que te pide el cuerpo es emprenderla con cualquiera que se acerque. El cartero que te trae las facturas, los 31 repartidores de publicidad que cumplen con la labor de proveer de literatura para el WC, los teleoperadores que llaman para preguntar directamente si quieres ahorrar en tu factura del ADSL (“Sí, justo después de matarte”)… La actitud viene a ser algo similar a la de mis amigos Bill y Samuel.
3.- Fase de Negociación Freelancer 
Bien. Ha llegado el momento de asumir que la situación es la que es y que hay que establecer unos términos para que, asuntos que antes se asumía que viajaban a velocidad de crucero, como la higiene o la salud mental, no se vayan a pique. Hay que situar el listón en algún sitio y lo mínimo es lo que aquí se enumera.
a) Ducharse una vez a la semana, sea necesario o no.

b) Ponerse el pijama bueno para trabajar, no el que has reciclado de tu tío abuelo Joaquín, por mucho que la felpa sea muy calentita.

c) Comer comida de verdad. La parte más complicada de esta etapa es evitar comer pizzas precongeladas todos los santos días.

d) Establecer un horario. Y que no sea de las 8 de la mañana a las 2 de la madrugada, que para eso te habrías hecho médico, gañán.

e) Eliminar de todo pensamiento la idea de poner un orinal junto al puesto de trabajo.

Todas estas políticas no son asunto baladí, sino exclusivamente la línea que te separa a ti y a Diógenes de que los servicios sociales actúen.


4.- Fase de Dolor Freelancer

Este es, queridos colegas, el momento más duro. Ese instante en el que te arrepientes de todo y estás deseando trabajar por menos de mil euros al mes con tal de que te dejen entrar en contacto físico -sin llegar a nada tipificado en el Código Penal- con otros seres humanos; en el que solo anhelas tomar café mientras haces un concurso de pedos junto a la máquina; en el que consideras hasta saludable una bronquita del jefe porque las fotocopias venían en blanco roto. Esta etapa es la mayor amenaza para la propia dignidad y es aquí donde nuestro único objetivo es comportarnos de la única manera posible: evitando recordar que lo que realmente deseamos es que nuestro teléfono suene para que nos ofrezcan un empleo en alguna alejada oficina de Tres Cantos.

5.- Fase de Aceptación Freelancer
Ya estamos aquí. Hemos asumido que nuestro único amigo es el zumbido que provoca el ventilador del ordenador. Que la única luz que veremos es la del flexo halógeno. Que la distinción entre noches y días viene dada por los programas de la radio. Asumido eso, y sabiendo que más bajo no se puede estar, ¡solo queda mejorar! Además, siempre quedará el consuelo por el que yo me fui a trabajar a casa. ¡Puedo beber toda la cerveza que quiera mientras escribo!


                           

PD. Dale al play, a ver si así, al menos, nos hacemos compañía.


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