Hace más de 40 años que Bill Viola
(Nueva York, 1951) explora de manera casi mística temas tan
universales como la vida, la muerte y la relación del tiempo y el espacio. El Grand Palais de París se rinde
a la poesía electrónica y digital del gran gurú
del videoarte y pintor de la intimidad, con la primera gran retrospectiva
dedicada al estadounidense en Francia, que se inaugura este miércoles y estará
expuesta hasta el 21 de julio. No es habitual que las galerías nacionales
consagren en vida a un artista. Es además la primera vez que abraza para ello
el videoarte, una disciplina que con Viola puede presumir de acercarse a la
pintura en movimiento. Una sola consigna para disfrutar plenamente de la hipnótica
experiencia: tomarse su tiempo.
“Los seres humanos son criaturas increíbles.
Podemos entender cosas de formas múltiples, entendemos que nuestras vidas son
cortas, a veces demasiado”, reflexionaba el artista con ritmo pausado en la
esperada presentación de la exposición, la cual resume como “una suerte de
viaje a través de la vida con el conocimiento de que no somos eternos”. La
humanidad, elabora, se compone de tres vertientes: los que están por nacer, los
que nos han dejado, ambos eternos, y los que estamos como suspendidos entre los
dos, los vivos. “El tiempo es lo que hace posible mi vida”.
Para no contaminar con información innecesaria este
viaje sensorial, Bobby Jablonski, del Studio Bill Viola,
y la arquitecta
Gaëlle Seltzer han cuidado una escenografía detenidamente
depurada. Pantallas suspendidas que flotan en las oscuras salas, marcos de
fotografía que encierran imágenes a cámara lenta o creaciones proyectadas
directamente en la pared dejan todo el protagonismo a la imagen y el sonido.
“Es realmente mágico lo que hemos hecho”, señala Kira Perov, la esposa de Viola
y comisaria junto a Jérôme Neutres de la muestra. “A medida que hemos
construido el espectáculo, hemos escuchado las piezas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario